Pobreza versus altruismo: las dos caras de la crisis actual

La crisis española ha provocado cambios en la vida de muchas personas. A través de la mirada de un vagabundo se analizará la labor social de una ONG y los motivos por los que hay gente reacia a beneficiarse de sus servicios.

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Oiga, ¿se acuerda de mí? Oiga, estoy pasando hambre”. Son las palabras que Ovidio Fulgeiro, vagabundo desde hace más de 30 años, ha repetido en tantas ocasiones. Lo más curioso del hecho es que no pide comida a ninguna ONG sino a los comerciantes que tiran a la basura los productos caducados. Como contraposición se encuentra la “Fundació Banc dels Aliments de Barcelona” (FEBAB), una organización benéfica que suministra alimentos a comedores sociales y otras entidades receptoras con el objetivo de ayudar a los más desfavorecidos. Dos efectos de una misma situación que se vive en España cada vez con más intensidad a causa de la crisis: gente que quiere ayudar y gente que necesita ser ayudada, pero que a veces no llegan a armonizar.

Según el último estudio del IEC (Instituto de Estadística de Cataluña) una de cada cinco personas se encuentra en riesgo de pobreza en Cataluña. Esta grave situación es ligeramente paliada por entidades como la FEBAB. La ONG está integrada dentro de la Federación Europea de Bancos de Alimentos, formada por un total de 204 bancos de 21 países diferentes, y se encarga de repartir los productos a través de instituciones como los ya mencionados comedores sociales. A pesar de no tener un contacto directo con los más necesitados su trabajo es fundamental, pues coordinan y gestionan las ayudas que reciben para que lleguen a la mayor cantidad de gente posible.

No obstante personas como Ovidio consiguen subsistir a través de alternativas como aprovechar los alimentos que los supermercados tiran diariamente a la basura. Sus 70 años le han permitido experimentar en primera persona cómo la crisis ha afectado cada vez más a su entorno cercano. “Cuando yo comencé a mirar por los contenedores todos se reían de mí pero ahora muchos de ellos han acabado buscando chatarra y comestibles como yo. Hace más de 20 años que no compro una barra de pan, ni aceite, ni azúcar”.

Esta humilde perspectiva es la misma que se proyectó en el último congreso que la FEBAB realizó el pasado mes de abril. El derroche de alimentos que podrían ser aprovechados es precisamente uno de los temas que más inquieta al presidente de la fundación, José Antonio Busto. Según explicó, dentro de la Unión Europea se malgastan unas 89 toneladas de productos alimentarios anuales, lo que supone casi un 50% del total de alimentos producidos. Con unos sencillos pasos como reducir los excedentes de producción, promover el compostaje de los desechos o fomentar unas políticas adecuadas, el problema se vería ampliamente paliado. “Muchos de los alimentos marcados como caducados todavía están en buen estado, pero los vendedores no me los pueden dar porque si me sucediese algo ellos tendrían la culpa”, puntualiza Ovidio.

A causa de esta escasez de productos la FEBAB suele hacer campañas para recaudar alimentos. Un ejemplo de estas es la llevada a cabo en Cataluña a finales del año pasado, donde se recolectó la positiva cifra de 2.727.000 kilogramos de comestibles. Una voluntaria de los puntos de recogida de alimentos que se distribuyeron en diferentes supermercados, Clara Ramos, destaca la sensibilización ciudadana que hubo al respecto: “Todos querían participar tanto que hubo excedente de voluntarios, desde gente joven hasta jubilados, todos trabajando por la misma causa”. El éxito fue muy remarcable pero hoy en día ya no quedan restos de la recaudación y las ONGs de este ámbito están intentando movilizarse más que nunca. Por este motivo José Antonio Busto hizo en el mencionado congreso una llamada de atención especial a las empresas alimenticias: “No queremos que nos den solo lo que les sobra, sino que dentro de su responsabilidad corporativa nos cedan un pequeño porcentaje de lo que producen”.

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Si tan positiva es la labor que realizan, ¿qué lleva a gente como Ovidio a rehusar esta ayuda altruista? “No me gusta ir a comedores sociales porque me tengo que mezclar con otra gente que me mira y me habla, cotillea sobre mi preguntándose por qué iré solo. Además no me fio de su buena voluntad, creo que en el fondo todos buscan beneficios. La gente no regala nunca nada”. Su escepticismo hacia este tipo de organizaciones va más allá, pues duda del trabajo que los comedores sociales llevan a cabo. “Las ONGs son buenas para algunos, pero para otros no. Quien va a veces no es quien más lo necesita, muchos hasta cuentan con propiedades propias”.

La postura que Ovidio muestra puede deberse a una falta de información o de interés hacia los nuevos servicios que se ofrecen. Después de tantos años sobreviviendo por sus propios medios es difícil deshacerse de las costumbres adquiridas y presentarse ante el mundo como un vagabundo. “Muchos que se encuentran en una situación de hambruna como la mía es por su culpa, porque no quieren adaptarse a lo que les está sucediendo y a tomar alimentos de menor calidad. La gente me pregunta cómo se me puede ver tan sano. Simplemente, se ha de saber vivir”.

Según el marco de la Estrategia Europea 2020, la Unión Europea se ha fijado como objetivo reducir en al menos 20 millones el número de personas en situación de pobreza o exclusión social. Se pretende conseguir mediante una propuesta relativa al Marco Financiero Plurianual 2014-2020, con un presupuesto de 2.500 millones de euros durante el período.

A pesar de la opinión que a algunos les pueda merecer, la ayuda social sin ánimo de lucro que la FEBAB está promoviendo la hizo valedora del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2012. No obstante esto es solo un pequeño incentivo para alentar a este tipo de entidades a continuar con una labor que lamentablemente se está volviendo el sustento de muchas familias. Mientras tanto Ovidio confiesa que ve el futuro negro, no por él, sino por la gente que está ligada a la sociedad y ha de pagar impuestos. “Mientras haya dinero se podrá ir tirando pero cuando se acabe otro gallo cantará. A pesar de todo yo lo tengo claro: soy muy feliz y todavía me quedan por vivir unos 30 años más, como mínimo.”

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Autor

Miriam Vázquez

(España)

Estudia / Trabaja: Periodismo y Ciencias Políticas y de la Administración

Habla: español, catalán, inglés, algo de francés y alemán

Europa es… un lugar único donde convive gente de diferentes culturas, idiomas y puntos de vista

Twitter: @mirabroad

Author: Anja

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