Irina es una chica joven de Rumania, un alma viajera. Nacida y criada en Bucarest, ha estado viajando desde que tenía 9 años. Ha cantado en un coro durante 20 años, y muchos de sus primeros viajes fueron como parte de ese grupo.
“Empecé a viajar por diversión, pero la verdad es que después de 20 años, de vez en cuando oigo una voz diciéndome que salga del país; es un reloj interno sonando para que vea diferentes culturas, cosas y personas. A veces prefiero los extranjeros a los rumanos, y cuando estoy de camino tengo la sensación de que un día despertaré en un lugar nuevo y no entenderé ni una palabra del lenguaje”, dice cuando le pregunto por qué viaja.
“¿Y por qué los extranjeros antes que los rumanos?”. Tengo curiosidad por saberlo, puesto que me mudé a Rumanía hace dos años y ya es como un hogar para mí. “Bueno, cuando vas al extranjero las calles están más limpias, la gente no está tan triste; el cielo no es como en Rumanía. Cuando viajo en avión me doy cuenta fácilmente de cuando he pasado Rumanía: aquí el cielo es gris y polvoriento, lleno de nubes. Cuando viajé a Japón, por ejemplo, podía ver todas las formas de la tierra debajo de mí”.
Irina
Irina ha viajado a Suiza, Francia, Bulgaria, Hungría, República Checa, Alemania, Bélgica, Suecia, Grecia, EEUU; ha visitado Italia y Cerdeña e incluso ha ido a Japón. “Fue guay hacerlo. Ahorré dinero desde antes, o trabajaba en los sitios que visitaba: por ejemplo en Grecia trabajé durante tres meses como fotógrafa en la isla de Rodas, lo cual fue mi principal fuente de financiación para ir de mochilera 3 meses por Europa”.
Sus viajes nunca han provocado una oposición firme. De hecho su madre gritó de alegría en 2010 cuando Irina les contó a sus padres que se mudaba a Grecia por un tiempo. “Mi padre no expresa mucho sus sentimientos, así que me temo que no sé cómo se sintió”. En cualquier caso, Irina tuvo cuidado de “no hacer autoestop ni cosas extremas”.
Irina haciendo las maletas
¿Qué es lo que más le gusta de vivir fuera? “Caminar, perderse por el centro de la ciudad, disfrutar del paisaje a mi alrededor, explorar y sentir el lugar… ¡y las agradables cafeterías!”, dice, y continúa con sus sitios favoritos: Budapest, París y Praga, el jardín de Buda en Japón, y Berggarten, el jardín botánico lleno de orquídeas en Hannover, Alemania. Le encantaron sus anfitriones: una familia rumana que vive en Bruselas y una familia sueca en Estocolmo, por su estilo de vida y hospitalidad. Nunca olvidará a la familia americana que conoció en Salt Lake City. Le encantó Suecia y dice, sonriendo, “el clima era frío, pero las personas no”.
Irina también tiene algunos consejos para los viajeros: En primer lugar, tienen que conocer sus límites. “Alguien que viaja debe ser consciente de la forma en que prefiere viajar, y también debería ir con un amigo, o tenerlo en el lugar al que se dirige. Un amigo es un destino, un ancla”. Cree que todos tenemos expectativas antes de cada viaje, pero que la clave es descubrir si podremos cumplirlas.
El calzado
“Ahora quiero planear mi próximo viaje”, susurra mientras se levanta para irse. Interesante, puesto que su viaje más fascinante fue hace poco a Transilvania, a donde decidió mudarse tras su visita.
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