El lenguaje de la inclusión

Aunque puede que muchos ya se hayan dado cuenta, es crucial entender que la manera en que nuestros idiomas están estructurados suele acabar generando problematicas sociales. El lenguaje está en el centro de las experiencias e ideas de una persona, ya que a menudo su estructura limita o amplía por defecto nuestro pensamiento.

Por Ioana Cristina Cristocea / 7.5.2017

Como seres humanos, nuestro cerebro piensa en un lenguaje predeterminado. A medida que las personas se vuelven bilingües o multilingües, suelen adoptar ligeros cambios en sus personalidades basándose en el idioma en el que han elegido expresarse. Este hecho indica que algunas estructuras están formadas por el lenguaje utilizado, y como tal, es de crucial importancia ser conscientes de estos patrones y adoptarlos o desecharlos según el contexto.

Para ilustrar la necesidad de conocer la propia lengua, tomemos la palabra “extraño” como punto de partida. Mientras que la mitad de los que leen la palabra pensarán inicialmente en lo que se describiría como una persona desconocida, la otra mitad lo vería como algo más bien raro, inusual. Para más precisión, se debe emplear el Diccionario de la Lengua Española para mostrarnos las dos posibilidades de interpretar esta palabra. El extraño es alguien “de nación, familia o profesión distinta de la que se nombra”, y por otra parte se define como “raro o singular”.

De otro modo, veamos la palabra inglesa “prejudice”, que se traduce como prejuicio o perjuicio en español. En su versión anglosajona, “prejudice” significa “opinión preconcebida que no se basa en la razón o experiencia real”. Sin embargo, también significa “daño o lesión que resulta o puede resultar de alguna acción o juicio”.

Estas similitudes nos hacen preguntarnos si esas palabras están conectadas y, si es así, de qué manera. ¿Acaso nuestros antepasados, los que crearon este confuso sistema de lenguaje, trataban de sugerir que un extraño es alguien a quien se debería temer? ¿O intentaban advertir del daño que una opinión injusta puede causar? Estas coincidencias, etiquetadas como tales debido a la naturaleza incierta de sus orígenes, deben servirnos para entender por qué el lenguaje que usamos es tan importante.

El lenguaje es un generador de oportunidades en muchos aspectos. Reemplazar una palabra puede cambiar todo el significado de nuestro argumento y puede desentrañar tantos matices diferentes que, sin este cambio, se perderían. Las palabras inducen un cierto marco mental, ya que vienen con una serie de sentimientos que a menudo se perciben al usarlos. Estos se transmiten fácilmente y son capaces a su vez de provocar reacciones diferentes. Escuchar “cosas más raras se han visto” podría hacerte temblar por un diminuto segundo.

Hay muchos más problemas derivados de la estructura del lenguaje. La simple existencia de etiquetas basadas en el género es uno de los problemas más extendidos. En muchas lenguas de todo el mundo, las profesiones tienen diferentes nombres masculinos y femeninos para acompañarlos. El alemán, español, italiano o rumano son sólo algunas de las lenguas que mantienen esta antigua estructura. “Profesor/profesoara” en rumano, “Lehrer/Lehrerin” en alemán, “maestro,maestra” en español. No hay absolutamente ninguna razón por la cual el género de una persona deba importar en su orientación profesional, pero tener palabras diferentes para nombrarlas sugiere tal importancia.

Ilustración: Begüm Saral

Además, un ejemplo fundamental se encuentra en la lengua rumana. En rumano la palabra “om”, que se traduce como “humano”, se considera una palabra nueva introducida importada del francés (estas palabras se llaman “neologismo”). Su explicación es que antes no había ninguna palabra que la gente pudiera utilizar para referirse a un ser humano, y como tal, tenían que referirse a las personas basadas en su género. “Barbat” para varón, y “muiere” para mujer. Lo que es aún más desconcertante es el hecho de que “muiere” se utiliza hoy con cierto tono derogativo, muy parecido al viejo patrón de mujeres pertenecientes a los hombres.

Estas no son sólo consideraciones teóricas. El lenguaje tiene un efecto directo en nuestras acciones. Muchos estudios sugieren que, al referirse a una profesión con sólo el sustantivo masculino, las niñas consideran que estas ocupaciones son más difíciles de lograr que al referirse a ella con una palabra neutra o expresiones femeninas y masculinas.

Si bien estos son solo ejemplos aislados, no se han elegido al azar precisamente. Han sido seleccionados porque conforman la familia semántica de la idea de este artículo, la de combatir la discriminación en un terreno más. Esto no se limita, por supuesto, a las palabras de doble significado o a las de género.

El problema va mucho más allá. Incluye llamar a una mujer “puta” o “zorra” en una discusión. En la mayoría de los casos, la elección de la palabra no expresa que el sujeto esté acostándose con nadie, sino que sólo sirve como un insulto universal para hacer daño. Si bien es obvio que no está justificado juzgar a nadie por con quién se acuesta, o en este ejemplo, con cuántos, es extraordinariamente importante entender que el uso frecuente de esta palabra como insulto hace algo más que herir. Refuerza los estereotipos de que las mujeres necesitan limitar el número de parejas. Sostiene la idea de que a las mujeres se les niega el acceso a su propia sexualidad. No sólo hace daño, sino que borra el progreso por el que se ha luchado en nuestra historia reciente, especialmente teniendo en cuenta que el equivalente en términos masculinos, “gigoló” a veces se lleva con orgullo como etiqueta, reforzando la idea de que cuantas más mujeres conquiste un hombre, más masculino es.

Se aplica un patrón similar cuando se utiliza una palabra derogatoria para referirse a la raza o etnia de alguien. El objetivo final puede variar desde una broma a una observación intencionalmente perjudicial, sin embargo el resultado excede con mucho a la persona a la que se está refiriendo.

Cada elección de palabras importa, porque puede ayudar a romper viejas creencias, o simplemente puede agregar una barrera más a la lucha de la que todos debemos ser parte. El primer paso es tomar conciencia de las implicaciones de las palabras que elegimos. Las palabras importan.

Autora

Ioana Cristina Cristocea (Romania)

Estudia: International Relations and European Studies

Habla: Rumano, Inglés, Francés y un poco de Italiano

Europa es… una cultura en proceso.

Ilustración

Begüm Saral (Turquía)

Estudia: Arquitectura

Habla: Turco, Inglés, Alemán

IG: begum_saral

Traductora

Leire Larrea (España)

Estudia/Trabaja: Administración de Empresas

Habla: español, euskera, inglés, algo de portugués e italiano

Europa es… ¡el lugar en donde estar!

Revisora

Miriam Vázquez (España)

Estudia / Trabaja: Periodismo y Ciencias Políticas y de la Administración

Habla: español, catalán, inglés, algo de francés y alemán

Europa es… un lugar único donde convive gente de diferentes culturas, idiomas y puntos de vista

Twitter: @mirabroad

Author: Anja

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