Aprender a ser humanos en los tiempos del Covid-19

Ramona es una de las colaboradoras de Meeting Halfway y ha decidido compartir con nosotros su experiencia en la lucha cotidiana contra lo que se ha convertido en nuestra peor pesadilla: la pandemia del Coronavirus.

Han pasado dos meses desde el primer caso de Coronavirus en Codogno, Italia. Aún recuerdo la sensación de incredulidad cuando todos los periódicos anunciaban en primera plana “Primer caso de Coronavirus en Italia”. Ninguno de nosotros estaba preparado, ninguno de nosotros sabía realmente aquello que estaba a punto de suceder al poco tiempo. Personalmente aquel día estaba construyendo mi futuro, pero no sabía aún que para mi futuro tendría que esperar. Hasta hoy, han pasado muchos días desde aquel famoso 21 de febrero de 2019, y es por ese motivo que, una vez superada la incredulidad y la incertidumbre inicial, ha llegado el momento de sacar conclusiones.

Por Ramona Di Bella / 5.05.2020

En los últimos meses hemos conocido una solidaridad nunca antes vista. Por primera vez, toda Italia se ha acercado en un gran abrazo, sin distinciones entre Norte y Sur de la Península. Por primera vez, nos hemos sentido todos parte de un único grande territorio y juntos hemos intentado defenderlo. Cerrados en nuestras casas, nos hemos asomado al balcón para cantar juntos, para sentirnos unidos a pesar de la distancia física. 

Ninguno de nosotros olvidará esas sensaciones, esas emociones que sentimos cuando vimos a nuestros vecinos entonando el Himno de Italia: noi siamo da secoli calpesti, derisi. Perché non siam popolo, perché siam divisi. Raccolgaci un’unica Bandiera, una Speme. Di fonderci insieme, già l’ora suonò (Desde hace siglos somos pisoteados, humillados, porque no somos un pueblo, porque estamos divididos. Reunamos bajo una única bandera, una esperanza de fundirnos en uno, ya llegó la hora). Por primera vez, después de tantos años, nos hemos encontrado unidos en una gran batalla: la batalla para salvar las vidas de las personas que más nos importan. Una lucha que no usa armas, sino el amor a la vida.

Pero la cuarentena no nos ha enseñado solo a ser italianos. Hemos visto renacer la naturaleza: el agua de los canales de Venecia se ha teñido de un azul que los lugareños jamás habían visto; los animales han vuelto a vivir en los espacios que habían abandonado hace mucho tiempo; los niveles de smog han disminuido; los expertos se han deleitado con el placer del sonido que emana del planeta.

De repente, hemos sentido en nuestra piel la sensación de impotencia frente a las barreras. Muchos de los que, originarios del Sur de Italia, viven, para trabajar o estudiar, en el Norte, han tratado, en vano, de regresar a sus hogares; muchos otros, por otro lado, eligieron voluntariamente quedarse en el Norte para evitar la propagación del virus en áreas que, desafortunadamente, no podrían haber manejado la emergencia. Yo formo parte de la segunda categoría: nací en Sicilia, pero me mudé a Turín para completar mis estudios. En mi cabeza aún resuenan las palabras que les dije a mis padres cuando todo comenzó, cuando me pidieron que volviera con ellos por miedo a ver a su propia hija entre las miles de personas infectadas: “No puedo, lo hago por vosotros”.

Sería inútil decir que nunca he tenido miedo cuando el único ruido que se escucha en la calle son las sirenas de las ambulancias, cuando con tristeza cada uno de nosotros comenzó a descubrir que las personas mueren solas en una unidad de cuidados intensivos. A medida que pasaban los días, todos hemos observado en silencio las tristes imágenes del área de Bérgamo: convoyes enteros de vehículos militares que transportaban a otra parte los restos de aquellos que habían perdido la vida, porque allí, en Bérgamo, ya no había espacio. Porque no hay espacio en todo el norte de Italia.

Así, hemos dejado espacio a las reflexiones y a nosotros mismos. Hemos aprendido a dejar de lado nuestro egoísmo por el bien de todos. Ciudades enteras, después del comienzo de la pandemia, se han despertado completamente cubiertas de post-its con las palabras “Todo irá bien”: porque la fuerza del hombre reside en su capacidad de ser una comunidad; porque siempre nos han enseñado que “la unión hace la fuerza”. Y unidos, lo conseguiremos.

De repente, no había tiempo para chismes inútiles o disputas políticas. Simplemente, de golpe todo había cambiado. ¿Cómo puede uno permanecer indiferente a la naturaleza que renace? Incluso aquellos que aún no se habían detenido a reflexionar sobre el daño que le estábamos haciendo al mundo, por primera vez lo han visto con sus propios ojos.

Y es por esta razón que no hay vuelta atrás. Es por este motivo que ya no podemos fingir nada. Porque cuando todo termine y todos podamos volver a nuestras vidas, tendremos que seguir recordando para no repetir nuestros errores y para construir un mundo mejor. Pero, sobre todo, tendremos que asegurarnos de que, junto con el mundo, el ser humano sea mejor. ¿Cuántos de nosotros aún deberán dejarnos para asegurarnos de que todos entiendan que todo no podrá ir bien hasta que paremos de dejarnos llevar por las olas del individualismo?

Seguimos diciéndonos que “Todo irá bien”, pero al final ¿podremos asegurarnos de que este “bien” será para siempre?

Autora

Ramona di Bella (Italia)

Educación: Traducción

Idiomas: italiano, inglés, español

Europa es... El lugar donde las diferencias se juntan, donde cada quien piensa en el "otro" y es guardián de las peculiaridades culturales. Europa es unión y comunidad.

Traducción

Ricard Lluc (España)
 
Estudios: Ciencias Políticas
 
Lenguas: Valenciano, Castellano, Italiano, Inglés y Francés
 
Europa es... el futuro.

Author: alessandra

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